Cuando era niña, viviamos en un remoto lugar del campo veracruzano, cerca de Alvarado, en esos tiempo no habia luz electrica mas que en las grandes ciudades, y las casas mas cercanas estaban a muchas distancia, las noches tranquilas y profundamente obscuras, la Luna iluminaba el campo con una luz azul eterea y las estrellas eran mas brillantes que ahora.
Ya estaba obscureciendo y mi madre me mando por algo, no recuerdo que, a la tienda del pueblo, si me iba corriendo, regresaria antes de obscurecer, asi que me fui rapidamente, ya las primeras sombras de la noche se veian en el horizonte y la maleza empezaba a tomar ese tono lugubre que adquiere en la noche.
El pequeño camino que llevaba al pueblo era estrecho, solo lo suficiente como para que pudiera pasar un caballo, junto a el la exhuberante vegetacion del tropico lo cubria todo, despues de la epoca de lluvia era necesaria desbrozar la maleza con un machete.
En una de las curvas del camino habia un enorme tronco, caido hacia mucho tiempo, sobre el las plantas parasitas hacian su hogar, un aire de humeda podredumbre se percibia siempre en el lugar, fue precisamente ahi donde todo sucedio.
Iba caminando rapido, ya se hacia tarde, cuando me acerque al tronco, de repente salio un enorme perro negro, sus ojos de rojo intenso, flamigeros, y se paro en medio del camino, justo cuando yo iba llegando a la curva, algo desde mi interior me dijo que era algo malo, me asuste, pero me acorde que mi padre me habia dicho que nunca debemos de correr de un perro, asi que segui caminando, pero en ese momento me di cuenta de que no podia moverme, mis piernas seguian caminando, pero no me desplazaba nada, entonces empece a correr, seguia sin moverme, parecia que solo brincaba en el mismo lugar, y el malvado perro solo me miraba, no ladraba, ni hacia nada que un perro normal hace, sus horrendos ojos se clavaban en mi.
Desesperada, empece a rezar, solo entonces, el enorme animal se movio, lentamente fue de nuevo al obscuro lugar del tronco por el que parecia haber salido, solo cuando desaparecio totalmente, pude moverme, sin pensarlo, me regrese a mi casa, donde mi madre no me creyo nada, y se molesto conmigo, mi padre llegaria mas tarde y no comeria bien, efectivamente el entro una media hora despues, muy preocupado y preguntando por mi, en la desesperacion habia tirado mi bolsa del mandado en la curva, el la encontro en el suelo cuando regresaba a casa y se habia asustado, cuando oyo lo que le me paso, decidio hacer algo, al siguiente dia, el y mis hermanos quemaron el tronco y colocaron un altar en ele lugar.
Cuando creci, me entere por mis vecinos, que ese perro se habia aparecido mucho en ese lugar, pero solo ante mujeres que viajaban solas, los hombres eran inmunes a su prescencia, y como yo era la unica hermana en una familia de once hermanos, me eligio a mi, algunos decian que era el diablo, otros que era un perro infernal; el susto me dejo una fuerte huella, en la noche nunca salia y si tenia que ir al baño, me llevaban dos de mis hermanos y yo iba todo el camino con los ojos cerrados. Aun ahora, no me gusta andar en la calle en la noche y de hecho ni siquiera salgo al patio en cuanto ya obscurecio.
Autor: Sergio Antonio Tellez Morales
Autor: Sergio Antonio Tellez Morales
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